Se han cumplido esta semana mis años años de vida en Japón. Y dos de estancia continuada, sólo interrumpida fugazmente por mis dos visitas a Valencia en Mayo del 2009 y septiembre del 2010.
Ya son más de 1000 días en Japón que me han dado la oportunidad no sólo de aprender y conocer un mundo nuevo, una cultura nueva, un idioma nuevo, una manera de pensar diferente, que ya de por sí sólo ya sería algo grandioso y enriquecedor, sino que además he podido conocer gentes de toda condición e índole y experimentar situaciones e historias que hasta ahora pensaba sólo eran posibles en novelas irreales imaginadas por escritores
Es una sensación muy extraña, que nunca pensaba posible... es como leer un libro sin leerlo, pero viviéndolo... introduciéndose en la historia de manera física. En ocasiones siendo partícipe de la historia, a veces siendo mero espectador de lo que a mi alrededor acontece.
El haber podido conocer al vagabundo, al inmigrante ilegal, al ordinario "salary man", al director de universidad, al músico bohemio, al destacado político, al joven inadaptado a su sociedad, a la absurda veinteañera preocupada de su grenita o de sus tacones, al sacrificado estudiante que espera su futuro en una gran compañia japonesa, a la soltera de 26 años con prisas de casarse, a la treintañera soltera que busca casarse, al extranjero soberbio que piensa que todos tienen que hablar su idioma, al extranjero que por ser extranjero como él, te saluda por la calle con una sonrisa, a la esposa del rico médico con actividad social, a las sesentonas casamenteras, al jubilado rico y feliz, al jefe de policia de la región que en su casa es el último de abordo, al restaurador inquieto del restaurante español, al satisfecho funcionario sin aficiones, al pícaro inmigrante, al profesor de bachiller, al profesor de univesidad, al sacerdote de Iglesia con vocación, a las beata japonesa, al anciano que no olvida la guerra, al respetable y perfecto trabajador que ha fracasado en su vida familiar, al acosador sexual, a la pija que no busca casarse "bien" para vivir mejor, a la doctora en ingeniería que nunca podrá alcanzar una posición laboral acorde a su formación... y más y más que me dejo en el tintero, pero que todos ellos me han permitido formarme una visión ( aunque subjetiva) bastante fidedigna de lo que esta sociedad. Creo que en España nunca he podido conocer un ramillete tan variado de personajes y además nunca tendría la oportunidad de conocerlos por ser un miembro más de esa sociedad. Por eso, el vivir en Japón me ha dado la oportunidad de conocer más al ser humano, y de como reacciona antes situaciones, en ocasiones extremas.
Ya son más de 1000 días en Japón que me han dado la oportunidad no sólo de aprender y conocer un mundo nuevo, una cultura nueva, un idioma nuevo, una manera de pensar diferente, que ya de por sí sólo ya sería algo grandioso y enriquecedor, sino que además he podido conocer gentes de toda condición e índole y experimentar situaciones e historias que hasta ahora pensaba sólo eran posibles en novelas irreales imaginadas por escritores
Es una sensación muy extraña, que nunca pensaba posible... es como leer un libro sin leerlo, pero viviéndolo... introduciéndose en la historia de manera física. En ocasiones siendo partícipe de la historia, a veces siendo mero espectador de lo que a mi alrededor acontece.
El haber podido conocer al vagabundo, al inmigrante ilegal, al ordinario "salary man", al director de universidad, al músico bohemio, al destacado político, al joven inadaptado a su sociedad, a la absurda veinteañera preocupada de su grenita o de sus tacones, al sacrificado estudiante que espera su futuro en una gran compañia japonesa, a la soltera de 26 años con prisas de casarse, a la treintañera soltera que busca casarse, al extranjero soberbio que piensa que todos tienen que hablar su idioma, al extranjero que por ser extranjero como él, te saluda por la calle con una sonrisa, a la esposa del rico médico con actividad social, a las sesentonas casamenteras, al jubilado rico y feliz, al jefe de policia de la región que en su casa es el último de abordo, al restaurador inquieto del restaurante español, al satisfecho funcionario sin aficiones, al pícaro inmigrante, al profesor de bachiller, al profesor de univesidad, al sacerdote de Iglesia con vocación, a las beata japonesa, al anciano que no olvida la guerra, al respetable y perfecto trabajador que ha fracasado en su vida familiar, al acosador sexual, a la pija que no busca casarse "bien" para vivir mejor, a la doctora en ingeniería que nunca podrá alcanzar una posición laboral acorde a su formación... y más y más que me dejo en el tintero, pero que todos ellos me han permitido formarme una visión ( aunque subjetiva) bastante fidedigna de lo que esta sociedad. Creo que en España nunca he podido conocer un ramillete tan variado de personajes y además nunca tendría la oportunidad de conocerlos por ser un miembro más de esa sociedad. Por eso, el vivir en Japón me ha dado la oportunidad de conocer más al ser humano, y de como reacciona antes situaciones, en ocasiones extremas.
creo que has agotado el catálogo de actividades humanas...te falta el fallero y el hincha.
ResponderEliminarJuanito.